History

RTS, UNA PASIÓN QUE DURA DESDE HACE 30 AÑOS

La historia de RTS contada por el presidente Gastone Partisani durante una entrevista en 2011

"En 1976, con 30 años, trabajaba en la empresa familiar. Durante generaciones, nuestra actividad se centro en la producción de harinas alimenticias. En los años 60 construimos una fábrica para la producción de piensos destinados a la ganadería.

Una de mis funciones en la fábrica consistía en la “optimización” del centenar de fórmulas de piensos que producíamos para diferentes animales: pollos, cerdos, conejos etc. Esto se conseguía modificando su composición hasta obtener el mismo valor nutricional a un coste más ajustado, todo ello teniendo en consideración las fluctuaciones en el precio de las materias primas.

Era sin duda un trabajo largo y exasperante, que los grandes productores realizaban utilizando lo que entonces eran potentes y costosísimas computadoras mainframe de IBM. Cuando la americana Texas Instruments lanzó un nuevo miniordenador a un precio más razonable, hice cuentas y decidí comprarlo inmediatamente. Costó 3,33 millones de pesetas, ¡alrededor de 20.000 euros de hoy! Pensé que produciendo 25.000 toneladas de piensos al año y con un supuesto ahorro mínimo del 3% en el coste de producción, en 12 meses la inversión estaría rentabilizada. Sin embargo, mi inexperiencia me traicionó. Yo pensaba que las computadoras eran como calculadoras, que para que funcionaran bastaba con enchufarlas. Por supuesto no era así. Los programas eran primitivos y del todo insuficientes, y no resultaban funcionales a pesar de los esfuerzos del programador que la empresa suministradora había puesto a mi disposición. Para colmo, poco después esa empresa, una pequeña software house de Trieste, quebró y yo me encontré con que ese “trasto” por el que había pagado 3,33 millones de pesetas no servía para nada. Huelga decir que mi familia me consideraba responsable de este fracaso.

Siguieron unos meses muy duros durante los cuales me dediqué a buscar posibles soluciones. Al final logré un acuerdo, con el mismo programador, por el que se comprometió a seguir asistiéndome. Empezamos así un paciente trabajo de análisis, escritura y testing de los programas para la optimización de las fórmulas de los piensos y para la gestión contable, comercial y de la producción de la empresa.

El programador era Mauro Mercadante. Como mientras tanto había conseguido otro empleo en Trieste sólo podíamos trabajar en nuestro proyecto los fines de semana y en las vacaciones.

Durante cuatro años, entre el 1977 y el 1980, dedicamos cada momento libre a hacer crecer el sistema informático. Yo, que tenía 10 años de experiencia gestionando una empresa, definía las exigencias y los objetivos que Mauro Mercadante transformaba después en eficientes aplicaciones.

Una tarde de domingo en enero de 1981, mientras trabajábamos para mejorar los procesos y su efectividad, decidimos hacer un balance de la actividad desarrollada en los cuatro años anteriores: habíamos conseguido programas que gestionaban tanto la contabilidad como la parte comercial y productiva, teníamos un conocimiento de los sistemas y contábamos con unos proveedores cualificados, entre ellos Texas Instruments, que nos garantizaban soporte y asistencia.

Fue cuando nos preguntamos por qué no ofrecer nuestra experiencia y nuestro sistema informático a otros empresarios.

Cogí el teléfono y llamé a dos de ellos que eran amigos. El primero, Franco Casadei, tenía una empresa de comercio y distribución de carburantes. El otro, Iliano Romagnoli, se dedicaba a los medicamentos e integradores zootécnicos. A ambos les propusimos instalar en sus oficinas unos sencillos terminales con impresora que estarían conectados con nuestro ordenador central mediante líneas telefónicas específicas. De esta manera, podrían utilizar nuestros programas "in service" y si quedaban satisfechos, pagarnos un canon mensual.

Ambos aceptaron con entusiasmo, lo que nos empujó a Mauro y a mí a abrir una sociedad y empezar la aventura como software house.

Así nació RTS Remote Terminal System. Mauro Mercadante se trasladó con su familia a Forlì, compramos una oficina de 100 m2 en via Consolare 36 y empezamos a ofrecer nuestras soluciones a las empresas de la zona.

Nos movimos mucho. Teníamos ganas de crecer y a pesar de tener pocos clientes entendimos la necesidad de contar con Sandra Baldassari, nuestra primera empleada y desde entonces precisa y fiel responsable del departamento de administración de RTS.

Enseguida vimos que no estábamos solos en el negocio. Una de las empresas del sector, Data Service de Faenza, estaba teniendo problemas por no poder cumplir los compromisos adquiridos con sus clientes. Para nuestra sorpresa nos propusieron un acuerdo de fusión. La decisión no fue fácil. Los riesgos eran altos ya que nosotros tendríamos que adquirir la sociedad, su personal y los compromisos con sus clientes. Tuvimos valor y prácticamente en un día triplicamos la empresa.

La operación fue un éxito y algunos años después ya teníamos una decena de clientes que durante los años 80 nos garantizaron una facturación satisfactoria.

Un episodio fundamental tuvo lugar en 1981, cuando por casualidad entramos en contacto con la empresa Ondulato Imolese, hoy Smurfitkappa Massa Lombarda. Resultaron interesados en modernizar su sistema de gestión.

Mauro Mercadante fue a visitarlos. A la vuelta, le pregunté cómo había ido y si nuestros programas podían servirles. Su respuesta fue: “Hacen cajas en cartón ondulado, me temo que tendremos que modificar un poco nuestros programas, pero lo conseguiremos.” Y efectivamente les vendimos, aunque a un precio muy bajo, un sistema “llaves en mano”. Mauro trabajó duro en el proyecto durante tres años.

Aceptamos invertir todo ese tiempo porque buscábamos satisfacer al cliente y al mismo tiempo construir algo nuevo. Así, cuando a final del 1983 nos contactó la empresa Poligrafico Buitoni (hoy Europoligrafico) que buscaba un sistema informático para el sector cartotécnico, las soluciones que pudimos ofrecerles eran ya muy innovadoras. Tanto es así que decidieron adquirirlas pagando un buen precio, lo que nos permitió recuperar las inversiones hechas hasta entonces.

El negocio no fue sólo económico ya que nos ofreció la posibilidad de mejorar nuestros programas siguiendo las indicaciones, sugerencias y peticiones de los expertos asesores de Poligrafico Buitoni. Desarrollamos entonces la contabilidad industrial y de pedido.

Mauro Mercadante dedicó al proyecto dos años, yendo cada semana a Perugia. Una vez más, nuestros esfuerzos fueron recompensados cuando en el 1986 se abrió la negociación con Ondulati Panaro (hoy Smurfitkappa).

El encuentro con el entonces propietario Fiano Setti y con el ingeniero Luigi Polimeni, responsable del proyecto de informatización, fue crucial para nosotros y se convirtió rápidamente en una amistad que aún conservamos.

Las comprobaciones fueron muy estrictas y las negociaciones muy intensas; afortunadamente concluyeron positivamente. Durante dos años más, Mauro Mercadante tuvo que ir cada semana a Ondulati Panaro, en la provincia de Modena. También en este caso, la colaboración con el ingeniero Polimeni fue muy enriquecedora para los procesos RTS.

En el 1986 abandoné mis otras actividades para dedicarme a RTS en exclusiva. La sociedad marchaba bien. Yo era el administrador y responsable del área comercial y Mauro de toda la parte técnica. Ya entonces resultaba evidente que lo que diez años antes me había parecido una desgracia, haber comprado un ordenador que no funcionaba, me había abocado a una nueva y prometedora actividad. Como dice el dicho, “no hay mal que por bien no venga”, especialmente si se sabe transformar un momento crítico en una oportunidad.

Nuestro sistema había crecido mucho y empezaba a ser bastante conocido y valorado en el mundo del cartón y del embalaje. En el 1988 fue el año de Cartotecnica Tifernate y Ondulati Santerno y el 1989 de Ondulati Icom. Todas las instalaciones fueron exitosas, aunque el hecho de tener que desplazarse siempre a la sede del cliente para cualquier intervención de asistencia, incluso las más pequeñas, complicaba mucho el crecimiento a nivel nacional.

En los años 80 habíamos estado facturando cánones mensuales a nuestros clientes locales conectados "in service" a nuestro servidor y suministrando soluciones informáticas a los sectores más diversos. Sin embargo, las cosas empezaban a cambiar. En los primeros años 90 los precios de los ordenadores estaban bajando y empezaban a comercializarse los primeros ordenadores personales como los M20 de Olivetti.

Las líneas telefónicas dedicadas que nos conectaban con nuestros usuarios "in service" seguían siendo muy costosas, lo que nos hacía cada vez menos competitivos y nos amenazaba con sacar del mercado y perder todos los clientes.

Era un momento muy difícil ya que las empresas daban mucha importancia al hardware y poca o ninguna al software que algunas veces hasta venía incluido de manera gratuita.

Lo importante para el cliente era adquirir un IBM o un Honeywell. Recuerdo una negociación donde Olivetti, nuestro competidor, enseñó al empresario un programa para el lanzamiento de un mísil. Cuando hice notar al cliente que lo que él necesitaba era un sistema contable y no un mísil, éste me contestó textualmente: “Si sabe lanzar un mísil, ¿no crees que sabrá hacer la contabilidad?”

Empezamos entonces una investigación encaminada a determinar el espacio de mercado que había en el sector para el cual estábamos mejor preparados y donde prácticamente no había competencia: el sector del cartón ondulado y del embalaje. Para nuestra sorpresa descubrimos que el total de empresas grandes y pequeñas de este sector superaba el millar y tenía unas necesidades para las que nosotros estábamos perfectamente preparados.

Como los clientes potenciales se encontraban en toda Italia, especialmente en el norte, seguía existiendo el problema de los desplazamientos. Por fortuna, gracias a la popularización de los modems, los primeros aparatos capaces de conectarnos con los ordenadores de los clientes, empezamos a desarrollar nuestra labor desde el despacho. Además cuando conseguimos adaptarnos al sistema operativo Unix dejamos de estar limitados al hardware de Texas Instruments, y pudimos comenzar a instalar nuestro software en cualquier ordenador que el cliente quisiera adquirir, incluidos los de IBM.

Nuestro relanzamiento se llevó a cabo en 1992 gracias a una campaña de comunicación en la revista del sector “Converter e Cartotecnica “y nuestra primera presentación oficial en el Converflex92 de Milán. Un elemento importante que nos destacaba de las numerosas software houses que proponían soluciones estándar era nuestro acuerdo de colaboración con la red comercial de Castaldini, una empresa metalmecánica muy valorada e introducida en el sector del cartón ondulado y del embalaje.

El éxito fue inmediato y llegaron los primeros clientes de Lombardia, aunque persistía el problema de los desplazamientos de Mauro Mercadante. El modem facilitaba la asistencia normal al cliente, pero la puesta en marcha del sistema seguía teniéndose que realizarse in situ.

En la primavera de 1993, la suerte nos sonrió de nuevo. Junto a IBM, organizamos una presentación en un centro de estudios del lago de Como. Todavía recuerdo mi emoción al recibir la llamada del ingeniero Mauro Boatin, entonces manager EDP del Grupo SISA-Saint Gobain (hoy Smurfitkappa) para citarme en Asti: buscaba un sistema informático nuevo para todas las fábricas del grupo.

Enseguida nos entendimos y en pocos días firmamos el contrato para la informatización de sus establecimientos de Asti, Vercelli, Tezze, Monza y Foggia. Esto suponía trabajo para al menos dos años. Entonces ya éramos 15 personas en la empresa, estábamos creciendo y prácticamente no teníamos competencia.

Por consejo de mi amigo Fiano Setti, que siempre nos brindó su inestimable apoyo, en mayo 1994 participé por primera vez en el congreso GIFCO, en Capri. El encuentro resultó de gran utilidad y en los años siguientes no falté nunca a esa cita.

La posibilidad de poder presentar nuestras soluciones y novedades a un auditorio lleno de empresarios del sector del cartón ondulado representaba una oportunidad excepcional para promocionar nuestro producto. Empezamos también a participar en los congresos Gifasp dedicados al sector cartotécnico.

Con el mismo entusiasmo nos presentamos al Corrugated ‘94 de Paris. Fue un éxito y muchos nuevos clientes nos otorgaron su confianza en los años siguientes: Ondulati Ghelfi, Zetacarton, Euroscatola, Corsonna, Ondulkart, Ondulor, por citar algunos de ellos.

El panorama cambió cuando Sisa fue adquirida por Smurfit ya que Smurfit utilizaba un sistema informático desarrollado en parte internamente y en parte por la competencia. Perdimos también la colaboración de Mauro Boatin que por razones personales decidió dejar la nueva Smurfit-Sisa y pasó a trabajar para Rainer Neugebauer, inventor y propietario de Pctopp, uno de los programas más utilizados en el mundo para la optimización de las combinaciones en la onduladora. Mauro Boatin conocía muy bien ese programa por haberlo traducido al italiano e instalado en todos los establecimientos Sisa hace algunos años. Cuando en el 1996 Mauro Boatin, cansado de viajar, decidió dejar Neugebauer y volver a trabajar en Italia, entró en RTS.

En esos años nuestro sistema carecía de la parte relativa a la optimización de la onduladora. Dudábamos si desarrollarla internamente. Pctopp era ya de hecho, y lo continúa siendo, uno de los mejores programas existentes para la optimización de las combinaciones en la onduladora, tenía más de cien instalaciones en todo el mundo y en Italia ya lo utilizaba Smurfit-Sisa.

Gracias a la llegada de Mauro Boatin nos fue fácil conseguir un acuerdo de distribución de Pctopp para Italia.

A pesar de nuestra posición consolidada, sabíamos que no podíamos dejar de investigar y renovarnos. En nuestro sector no puedes relajarte ni un segundo, o corres el riesgo de dejar de ser competitivo.

En aquella época Windows estaba remplazando rápidamente el viejo DOS, los PCs se estaban popularizando y la competencia entre éstos y los “mainframe” era feroz.

De hecho, nuestros primeros competidores surgieron en ese contexto y empezaron a proponer programas escritos en entorno Windows, con el uso de los iconos y del ratón que todos conocemos. En cambio, nuestros programas estaban escritos en un lenguaje derivado del Cobol y las pantallas todavía se presentaban con carácteres verdes.

La conveniencia o no de reescribir todos nuestros programas ocupó innumerables discusiones con Mauro Mercadante. Las razones del debate estaban claras. Por un lado teníamos programas comprobados y eficientes que se seguían vendiendo bien: escribirlos todos de nuevo y volver a testarlos uno a uno representaba un esfuerzo considerable de tiempo, energía y dinero. Por otro lado si no acometíamos esta tarea, corríamos el riesgo de “quedarnos atrás” y perder competitividad.

En junio de 1997 participé como cada año en el congreso Gifasp de Taormina, que tenía como tema la renovación tecnológica en el sector cartotécnico. El ponente, un profesor de la Universidad Bocconi, empezó su intervención con una pregunta: “Alguien sabe como capturan los monos en la India?” Nadie contestó.

A continuación explicó que los cazadores hacen un agujero en una nuez de coco, sacan el agua y la llenan de arroz. Después atan el fruto a un árbol y esperan. El mono, siempre curioso y en busca de comida, mete la mano en el agujero, encuentra el arroz y lo agarra cerrando el puño. Como la mano cerrada no puede salir por el agujero, el mono queda atrapado y se deja capturar, víctima de “no querer soltar el arroz”.

“La moraleja - añadió el ponente - es que en algunos casos hay que estar dispuesto a renunciar a la tranquilidad y la rutina, representadas por el arroz, e invertir energías y dinero en la innovación y la investigación, de lo contrario estaréis fatalmente destinados a sucumbir.”

Para mí, esta anécdota fue reveladora. A mi llegada a Forlì ya estaba plenamente convencido de la necesidad de reescribir todo el sistema para poder garantizar a los clientes interfaces gráficas Windows y para soportar la utilización del ratón. Pero por supuesto dar este paso fue extremadamente complicado, ya que para modificar el producto había que formar a los programadores en la utilización de nuevas técnicas y herramientas.

La clave fue contratar a nuevos profesionales. Especializados en este nuevo lenguaje, su aportación fue una inyección de savia nueva que permitió a toda la empresa dar un salto tecnológico importante y reescribir todos los programas.

No tardamos en darnos cuenta de la gran importancia estratégica de esa decisión. Estábamos en la víspera del año 2000 y el millennium bug obligó casi todas las empresas a cambiar o poner al día los sistemas informáticos. Si no hubiésemos presentado la nueva versión con interfaz gráfica, nuestro sistema se hubiese considerado obsoleto y hubiéramos quedado fuera del mercado.

Encontrarse en una situación de cierto “monopolio” como la nuestra hasta mediados de los años 90 era cómodo pero también muy peligroso. Estábamos listos para aprovechar la llegada del año 2000, una ocasión única que, como todos recordareis, conllevaba el riesgo de bloqueo de casi todos los sistemas.

Éramos los líderes del sector. Obtuvimos la confianza de muchos nuevos clientes: Ondulati Sada, Cartonstrong y la misma Smurfit-Sisa. Esta última, dirigida entonces por Roberto Villaquiran, decidió utilizar nuestros sistemas no solo en los establecimientos que procedían de Sisa, sino también en todas las plantas del grupo en Italia.

El sector del embalaje también nos dio grandes satisfacciones, ya que pudimos contar entre nuestros clientes con empresas de mucho prestigio como Arti Grafiche Reggiane y Cartografica Veneta.

Hasta 2001 manteníamos todos nuestros clientes históricos de los diferentes sectores a pesar de la entrada en el 2000. Entonces llegó el euro, lo que nos obligaba a modificar de nuevo todos nuestros programas. Vimos entonces que quizás no teníamos la capacidad de adaptar al euro todos los programas de los diferentes sectores antes del 1 de enero de 2002. Otra vez había que elegir entre cambiarlo todo, corriendo el riesgo de no estar listos para la cita con el euro, o concentrarnos exclusivamente en los programas para el cartón y embalaje abandonando todos los demás.

Decidimos abandonar los demás sectores. Fue una decisión dolorosa pero necesaria. Hicimos cuanto pudimos para ayudar a nuestros clientes históricos, que en muchos casos eran amigos. En ese sentido conseguimos acuerdos con distintas software houses para que les suministraran gratuitamente los programas, limitándose a cobrar sólo por la formación y los cánones de asistencia.

La concomitancia entre el año 2000 y el euro había sido un acontecimiento extraordinario que nos había exigido mucho esfuerzo, pero con más de 140 clientes continuábamos siendo el número uno del sector.

En 2006, al congreso GIFCO de Catania recibimos, para nuestra satisfacción, un reconocimiento especial de mano de su presidente Piero Attoma, “en agradecimiento por 25 años de valiosa colaboración y soporte, brindados a través del desarrollo de numerosas soluciones e ideas al servicio de las empresas del sector”.

De nuevo, podíamos habernos relajado pero no es nuestro carácter así que, después de un breve periodo de consolidación, decidimos una vez más “soltar el arroz“ y preparar un nuevo reto: la internacionalización.

Para ello, encargamos a una prestigiosa agencia de comunicación de Milán, la Baum Communication, diseñar una nueva imagen y una audaz acción de marketing.

A continuación contratamos al ingeniero Robertino Piazza, quien se encargaría de reorganizar y planificar todas las actividades técnicas de RTS con el objetivo de tener una estructura más acorde a los nuevos retos.

Adaptamos todos los programas para ser “multi-idioma” y creamos las versiones inglesa y española.

Pero no fue todo. Decidimos además comenzar una nueva etapa de investigación y desarrollo, tan ambiciosa como laboriosa: la base de datos en Oracle, el sistema informático RTSv8 sobre servidores virtuales, las impresiones en Crystal Report, el sistema de Business Intelligence, entre otros.

Por razones obvias de proximidad no sólo geográfica, sino también lingüística y cultural, decidimos empezar por España. Hicimos varios movimientos: acudimos al congreso FEFCO en Niza, firmamos un acuerdo de colaboración con una software house española, contratamos a Roberto Chicote, especialista en software para el cartón ondulado, para coordinar nuestro proyecto en España y finalmente fichamos a Víctor García, entonces presidente de AFCO, como representante comercial en España.

Reuníamos todas las condiciones necesarias. Una vez más la suerte nos hizo encontrar nuestros primeros clientes importantes en España. Con José Romaní, administrador de Andopack, al que había conocido en la feria Hispack de Barcelona, firmé un contrato el 28 de junio de 2007. Con Rafael Martínez, accionista y administrador del grupo Hinojosa, al que había conocido durante un viaje a Valencia, firmé un contrato el 4 de julio de 2007 para informatizar dos empresas del grupo: Cartonajes Vegabaja de Alicante y Ondulembalaje de Guadalajara.

Pocos meses después empezó la crisis financiera, un periodo muy difícil, de final incierto, en el que quedaban congeladas todas las inversiones en bienes instrumentales.

Estos contratos han sido fundamentales en una época delicada para todos. Durante 2008 y 2009 Mauro Mercadante y Mauro Boatin empezaron estos tres proyectos, aprendiendo castellano, viajando en low-cost y comunicándose por Skype.

Creo no exagerar cuando afirmo que Mercadante y Boatin son dos de los mayores expertos del sector en Europa.

Hoy, en 2011, estamos viviendo un momento apasionante. No sólo hemos conseguido sortear la crisis, sino que además RTS continúa creciendo tanto en Italia como en el mercado español, gracias a la gran labor de marketing y soporte al Cliente, llevada a cabo en los últimos tiempos.

Este año RTS celebra los 30 años de actividad, una cifra considerable para una software house si se piensa en la peculiaridad del sector informático y a los continuos cambios a los que hemos tenido que enfrentarnos durante todos estos años.

Hoy estoy tranquilo y confiado en el futuro, en parte gracias a que puedo contar con mis hijos Massimo y Annabella que desde hace ya bastantes años trabajan conmigo con mi misma pasión y que continuarán mis proyectos.

Pronto cumpliré 65 años, ¡pero no tengo ninguna intención de jubilarme!

Por otro lado no lo necesito, soy uno de esos afortunados que aman su trabajo. Como decía Confucio, admito que no he tenido que trabajar ningún día de mi vida."